Barrica nueva o usada
Cuando vamos a elaborar nuestros vinos, nos suelen surgir dudas. Y, entre ellas, nos encontramos con que tipo de barrica emplearemos en cuanto a su antigüedad, barrica nueva o usada.
Y es un punto muy importante. Como ejemplo es que cada día más somos las bodegas que al describir la elaboración de nuestros vinos indicamos el tipo de barrica que empleamos, nuevas o de primer, segundo o más usos.
¿Qué difrerencias hay en los vinos?
Las más perceptibles se dan en nariz. La barrica nueva da muchos aromas a madera, toques a cedro, aportes a vainilla, ahumados,… un conjunto de aromas más especiados que son típicos de la crianza en barricas de madera. La barrica usada pierde con los usos esos aportes, se perciben con mayor dificultad, lo que hace que los aportes de la fruta estén más presentes y no sean ‘ocultados’ por los aportes de la madera.
En boca también presenta diferencias. Las barricas nuevas dejan una textura donde los taninos están más presentes, ayuda a que la astringencia se perciba más que en las barricas usadas. Esto tiene un riesgo, ya que el exceso de astringencia es algo que no gusta mucho y se denomina en ocasiones como ‘maderazo’.
¿Cuándo la barrica usada deja de dar aportes?
Lógicamente, con cada uso que se le da a una barrica, va perdiendo aportes. Por ese motivo, cuando hablamos de una barrica con tres o más usos, se puede decir que el aporte de la madera desaparece, es neutro. Consecuentemente, los aportes de la fruta de la uva son más palpables en la cata, sin que se vean ocultados por lo que daría la madera.
¿Es posible combinar barricas?
Pues si, y además cada día se da más. Todo depende del estilo de cada enólogo y de lo que quiere mostrar en el vino final. Una varietal muy fresca, por ejemplo, puede verse completada con una barrica nueva que le de complejidad y aportes de crianza y que mitiguen parte de la potencia de la fruta. Pero también puede que eso haga que pierda la esencia de esa uva. Es ahí cuando el enólogo pues escoger entre barrica nueva o de un uso por ejemplo, que haga que el vino no pierda su esencia pero que también tenga más complejidad que un vino joven.
Cuando se opta por esta opción, se suelen vinificar los vinos en diferentes tipos de barrica, nuevas y usadas, por separado, ensamblándose al final en diferentes porcentajes dependiendo de lo que el enólogo quiera mostrar en su vino.
Un ejemplo
Nosotros os damos un ejemplo con uno de nuestros vinos, el Heredad 26 Mencía Roble.
Una varietal muy fresca, con mucha fruta, que es una de sus principales características. Buscamos un vino que conserve muy bien la frescura, la fruta, la vivacidad en su cata pero que, a la vez, deje complejidad. Por ese motivo, en su elaboración empleamos una combinación de barricas.
Principalmente usamos barricas nuevas y de un uso, pero incluimos un pequeño porcentaje de barricas de segundo y tercer uso que casi no aportan nada de lo típico de la madera. Vinificamos por separado las barricas y, al final, buscamos la combinación ideal a nuestro estilo, siempre teniendo en cuenta las características de la uva que cambian cada año en función a la diferente climatología.
Por eso, este vino que elaboramos con 6 meses de crianza, es una sorpresa cada año, pero siempre manteniendo dos premisas: respeto al máximo a la varietal a que es la que debe expresarse en el vino y la fidelidad a nuestro estilo, donde debe estar presente siempre la mínima intervención humana en la elaboración.